Biografía

Nació en Sabana de Chavón, La Romana, el 9 de Noviembre de 1937. Estudió derecho y periodismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue cónsul en La Guaira, Venezuela y viceministro de la Presidencia del gobierno que encabezó el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Ha publicado ensayos sobre el origen del merengue y la narrativa dominicana. Es autor de los libros “Cuentos del Abuelo Julio”, “La ciudad clandestina y los secretos del General” y una novela llamada “Al final del arco iris” (1982). Sus cuentos “A partir de esta noche” y “Sonámbulo” fueron premiados por el Movimiento Cultural Dominicano y Casa de Teatro, respectivamente.

Inició y dirigió por muchos años, el suplemento “Cultura” del periódico El Nacional de ¡Ahora! “Cultura” pronto se convirtió en vocero de voces dominicanas nuevas. “Cultura” estaba abierto a todas corrientes literarias, a diferencia de otros suplementos culturares que existieron (y quizás todavía existen) en la República Dominicana, que eran “mafias literarias” para exponer puntos de vista, tendencias literarias que eran defendidas y/o promovidas por esos “intelectuales”.

Su prosa es precisa y sus temas son en general sociales. Escribió un cuento breve que está entre los cinco o seis mejores cuentos breves escritos en español

jueves, 20 de diciembre de 2012

Pasemos a la acción



Pasemos a la acción

Miledy Cabral me invitó a su programa de televisión, 1986, me preguntó: Señor Gautreaux, usted que es un defensor de Salvador Jorge Blanco, la interrumpí y comenté: Miledy, yo no defiendo a Jorge Blanco, a quien defiendo es a mí.
Miledy, rápidamente, me dice: “pero usted no es acusado”. Y le respondí: cierto, pero a quien defiendo es al ciudadano común, al que no tiene quien lo defienda, aquel de quien hablaba Bertoldo Brecht cuando dijo que cuando fueron a buscar presos a políticos comunistas, a sindicalistas, a gente contestataria no le preocupó hasta que cuando lo fueron a buscar ya era tarde.
Imagina, le dije a Miledy, que todo el poder del gobierno sea usado para perseguir a una persona como yo ¿dónde iría a parar? Cuando Joaquín Balaguer la emprendió contra Salvador lo hizo pensando en las elecciones del 1990, que todo parecía indicar que Jorge Blanco ganaría.
A ese poder omnímodo de Balaguer, dueño de un Congreso lacayuno, una Suprema Corte de Justicia integrada por borregos, por gente que movía la cabeza como el muñeco que presidía el café de Daniel Olivero, cuya maquinaria fue construida para que inclinara la cabeza, hasta el fin de los siglos, asintiendo con todo lo que pasaba en el lugar.
Balaguer le temía el poder de un Partido Revolucionario Dominicano compacto, cohesionado, por eso conquistó temprano a Juan Bosch, pero este último ya no narigoneaba al PRD.
Exacerbó las diferencias entre Jacobo Majluta y José Francisco Peña Gómez dividió al PRD, y logró gobernar hasta que la fuerza del partido blanco le tumbó el pulso y buscó a los seguidores de su antiguo y siempre cómplice Juan Bosch. Ahora el juego a la división lo dirige Leonel y Miguel, como ayer lo hizo Balaguer.
Aunque las acusaciones contra Salvador nunca fueron comprobadas, el PRD desunido fue vencido una y otra vez.
En las pasadas elecciones la maniobrabilidad política de Leonel Fernández y la traición de Miguel Vargas, yugularon las aspiraciones del pueblo que votó por Hipólito Mejía, ganó las elecciones, pero no pudo llegar al poder.
En nuestra historia hay precedentes de traidores que se han alzado con el gobierno, entran por la puerta de atrás personajillos y bribones, cuyas bajas acciones distorsionan los procesos democráticos y logran desviar el avance del pueblo hacia la satisfacción de sus necesidades.
Es de todos la responsabilidad de denunciar, descubrir y parar, a como dé lugar, a los marrulleros, politiqueros, cultores de la dictadura y la dictablanda, personajillos que actúan a la sombra de sus maquinaciones.
Duarte lo dijo de esta manera: “Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán víctimas de sus maquinaciones” ¿Qué esperamos?

miércoles, 12 de diciembre de 2012

¿Dónde se perdió el sueño?

¿Dónde se perdió el sueño?

Recuerdo el poema que recitó Alejandro Ulloa, aquel famoso actor español del siglo pasado, en la entonces Universidad de Santo Domingo, en cuya Aula Magna interpretó el papel del protagonista en la obra “Milagro”, que arrancó aplausos de pies a los asistentes a la velada teatral.
Esa tarde de 1957, de la cual no se imprimió programa alguno, Alejandro Ulloa recitó aquel poema del indiano que regresa a España y busca a la que fue su novia. El poema evoca la ternura de ese primer amor que convierte el capullo en flor, pero ella no esperó y él al enterarse de que se había casado le dice que sus sueños fueron: ¡Pamplinas, figuraciones que inventan los chavales! Después la vida se impone: tanto tienes, tanto vales...
Aunque los científicos que estudian la mente y el comportamiento realizan nuevos descubrimientos sobre la conducta humana, cada día es más profundo el desconocimiento que tenemos sobre hacia dónde va una persona, cuál será su conducta, cuál es el mejor modo de educar a los niños, por ello debemos tomar en cuenta la extraordinaria y profunda lección del filósofo y humanista doctor Albert Schweitzer quien a la pregunta sobre el mejor modo de criar un niño respondió: con ejemplo, con ejemplo, con ejemplo.
Me preocupa profundamente lo injusta que es la organización social que aplaude a la novia que olvidó al que se fue a buscar fortuna para ofrecérsela y él en un gesto de rabia contenida le dice que, al fin y al cabo: después la vida se impone, tanto tienes, tanto vales.
La generación que sufrió el trujillaje desde su nacimiento hasta su desaparición tenía un sueño: construir una sociedad donde la democracia, la libertad, la integridad, la honradez, la moral, el respeto al derecho ajeno, la igualdad de oportunidades, fueran conquistas permanente del pueblo dominicano.
Por ese sueño esa generación fue a las cárceles a sufrir torturas inenarrables, después a las montañas, luego conspiró para reponer la constitucionalidad vulnerada, más tarde fue capaz de enfrentar con el pecho los tanques, los morteros, los fusiles de última generación al combatir a los invasores norteamericanos. Ello permitió el despertar de una camada de jóvenes dispuestos a hacer realidad los propósitos que pregonábamos aún a costa de nuestras vidas.
¿Merecía esa generación ser sucedida por una que, como en el poema, cree que “después la vida se impone: tanto tienes, tanto vales”? Ese no fue el ejemplo que le dimos. Me pregunto ¿fuimos nosotros quienes creamos esta generación a la cual se le canta en la plaza pública, un aire que reza: ladrón, ladrón, ladrón, ladrón, ladrón? Que, por cierto, se escribe con L de ladrón