Biografía

Nació en Sabana de Chavón, La Romana, el 9 de Noviembre de 1937. Estudió derecho y periodismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue cónsul en La Guaira, Venezuela y viceministro de la Presidencia del gobierno que encabezó el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Ha publicado ensayos sobre el origen del merengue y la narrativa dominicana. Es autor de los libros “Cuentos del Abuelo Julio”, “La ciudad clandestina y los secretos del General” y una novela llamada “Al final del arco iris” (1982). Sus cuentos “A partir de esta noche” y “Sonámbulo” fueron premiados por el Movimiento Cultural Dominicano y Casa de Teatro, respectivamente.

Inició y dirigió por muchos años, el suplemento “Cultura” del periódico El Nacional de ¡Ahora! “Cultura” pronto se convirtió en vocero de voces dominicanas nuevas. “Cultura” estaba abierto a todas corrientes literarias, a diferencia de otros suplementos culturares que existieron (y quizás todavía existen) en la República Dominicana, que eran “mafias literarias” para exponer puntos de vista, tendencias literarias que eran defendidas y/o promovidas por esos “intelectuales”.

Su prosa es precisa y sus temas son en general sociales. Escribió un cuento breve que está entre los cinco o seis mejores cuentos breves escritos en español

jueves, 21 de febrero de 2013

Administrar el éxito



Administrar el éxito

Se cita al filósofo español José Ortega y Gasset como el pensador que en 1910 sentenció: “Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendido hasta volverse incompetentes".
Cincuentainueve años después el profesor Laurence J. Peter en su libro “El principio de Peter” desarrolló la misma idea al escribir: "En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse”
Ambos pensadores hablaban, tangencialmente, de lo difícil que es lo que llamo: “la administración del éxito”.
La propaganda decía que Charles Atlas, el hombre mejor desarrollado del mundo en ese entonces, creador del método de ejercicios que llamó “tensión dinámica”, había sido un alfeñique de menos de 100 libras acicateado por un musculoso y fortachón engreído que  lo ninguneó delante de su novia y él se dispuso a ser tan fuerte o más que quien lo había ridiculizado.
Charles Atlas había logrado triunfar luego de ingentes esfuerzos que implicaban constancia, metas definidas, aburridas y repetitivas sesiones de ejercicios para desarrollar unos y otros músculos, lo cual le permitió escalar posiciones en la jerarquía de los fisiculturistas.
Cuando obtuvo el galardón como el hombre más perfectamente desarrollado, había subido la jalda paso a paso, sabedor de que el mejor modo de llegar a la cima es con trabajo, en una palabra: estaba preparado para manejar el éxito.
Cuando Doroteo se sacó el Premio Mayor de la Lotería, compró un caballo de presencia impresionante, bueno para paso fino o para cualquier tipo de carrera a corta, media o larga distancia, lo enjaezó con toda suerte de objetos de llamativos colores y ordenó una silla repujada por los mejores talabarteros de la región Este.
Doroteo se fue en enero para las fiestas de la Virgen de la Altagracia y desde entonces no se perdió una noche de vela, un cabo de año, unas fiestas patronales. El éxito se le fue a la cabeza y poco después vendió el caballo, lo botó la mujer, perdió la casa y se arrimó a una esquina con un sombrero roto, descalzo y sin dientes, a pedir limosnas por el amor a Dios.
Siempre recuerdo la caída de Cutá Pérez, aquel magnífico lanzador que se perdió en el maldito mundo de las drogas. Igual le ocurrió a Dwight Gooden, excelente lanzador de los Mets de Nueva York: las drogas terminaron temprano con su joven y ascendiente carrera. Ambos fueron víctimas del éxito súbito.
Lo de Marta Heredia es otra demostración de lo difícil que es administrar el triunfo, a veces estar a piquera del éxito sirve como enseñanza para aprender administrar el aplauso del público, el reconocimi9ento y la bonanza económica. ¡Qué pena!

lunes, 11 de febrero de 2013

El grupo



El grupo
Las sociedades, los grupos humanos, son más fuertes que quienes quieran destruirlos. El sentido de pertenencia se impone contra cualquier fuerza que intente separar al grupo, que fuerce para hacerlo desparecer.
Lo difícil es conformar un conglomerado con intereses comunes, aspiraciones similares, que haya adquirido conciencia de la importancia de la unión.
Alguna vez leí una frase atribuida a un pensador chino del siglo XV antes de Cristo, que decía: “la unión de pequeños esfuerzos y sacrificios dirigidos con voluntad creadora es capaz de alcanzar grandes metas”.
Lo que permite identificar a un grupo es la coherencia con que construye su cultura. No habrá país, no habrá grupo, si no hay metas comunes que permitan un conjunto de .acciones en beneficio del grupo, en beneficio del país,
Fueron los intereses comunes los que permitieron las guerras de la independencia de los países que se sintieron acogotados por la acción de personas, o grupos de personas, que abusaron de una y otra manera de pueblos que eran mantenidos en la oscuridad.
La verdad es como el agua, siempre encuentra una rendija por donde salir para cumplir con su destino, iluminar la mente de los hombres con información, con sabiduría, con amor a la libertad, con ánimo para instaurar y mantener la democracia.
La verdad es un instrumento tan fino, tan decisivo, tan definitorio que se parece al sol. Es imposible oponerse a la luz de la verdad, por eso, pase lo que pase, mañana saldrá el sol.
El hombre se mueve en busca de otros hombres para formar un grupo que se construye con el tiempo, porque sí, porque la naturaleza del hombre es vivir en sociedad. Lo difícil repito, es que se forme la sociedad, que puede iniciarse con otro y la suma de otros constituye el grupo.
El grupo puede tener tropiezos, puede disminuir en número de integrantes, pero la voluntad de permanencia, el sentimiento de pertenencia se impone. La pertenencia es un modo de identificación que fomenta la solidaridad entre iguales y sirve de apoyo entre unos y otros.
Una sociedad, no desaparece por la voluntad de un hombre. En el peor de los casos un grupo enfrentará a otro grupo y nadie sabe nunca cuál de ellos resultara ganador.
Se juega a la destrucción del grupo cuando se tiene la certeza de que sus fuerzas son menores que las fuerzas del adversario, entonces llega un momento decisivo: se pelea y se hace daño al grupo o se buscan y logran acuerdos decentes.
El PRD no será destruido. Las armas están ahí: pelearse y disminuirse o acordar seguir como grupo fuerte y cohesionado.