Biografía

Nació en Sabana de Chavón, La Romana, el 9 de Noviembre de 1937. Estudió derecho y periodismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue cónsul en La Guaira, Venezuela y viceministro de la Presidencia del gobierno que encabezó el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Ha publicado ensayos sobre el origen del merengue y la narrativa dominicana. Es autor de los libros “Cuentos del Abuelo Julio”, “La ciudad clandestina y los secretos del General” y una novela llamada “Al final del arco iris” (1982). Sus cuentos “A partir de esta noche” y “Sonámbulo” fueron premiados por el Movimiento Cultural Dominicano y Casa de Teatro, respectivamente.

Inició y dirigió por muchos años, el suplemento “Cultura” del periódico El Nacional de ¡Ahora! “Cultura” pronto se convirtió en vocero de voces dominicanas nuevas. “Cultura” estaba abierto a todas corrientes literarias, a diferencia de otros suplementos culturares que existieron (y quizás todavía existen) en la República Dominicana, que eran “mafias literarias” para exponer puntos de vista, tendencias literarias que eran defendidas y/o promovidas por esos “intelectuales”.

Su prosa es precisa y sus temas son en general sociales. Escribió un cuento breve que está entre los cinco o seis mejores cuentos breves escritos en español

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martes, 19 de marzo de 2013

Mi primer éxito periodístico



Mi primer éxito periodístico

Confieso que cuando tomé el libro “Mis Recuerdos Imborrables” pensé, ante su poco volumen, que el profesor Rafael Molina Morillo debía tener muchos más recuerdos imborrables de los que consignaba en el texto que aún ni siquiera había hojeado.
El prejuicio resultó engañoso: la obra tiene todo lo que tiene que tener. Aunque el autor escogió verter sus recuerdos de manera muy escueta, acabo de leer la obra de dos sentadas.
Cuando leí “Enviado Especial”, de Ernest Hemingway, vi que se trataba de una serie de pequeños pero ricos reportajes donde el periodista recogía aspectos curiosos, importantes, fruto de agudas observaciones que contribuían a educar al pueblo norteamericano, al hacer contrastar sus costumbres con las de Europa.
Molina no se dejó llevar del gusto por el detalle, su obvia sorpresa ante la forma de vida europea, las costumbres, las comidas, los vestidos, el cambio de estaciones, las bebidas, la música, los bailes, las flores, los árboles, la cultura y la vida colgada en salas de museos cuyas pinturas y esculturas son fuentes de sabiduría, enseñanza e información.
Aunque lo impresionara en su momento, al profesor Molina lo que realmente le interesó fue usar un escalpelo verbal para extraer de sus recuerdos la parte medular de los ricos detalles que ojalá se decida a publicar, en una próxima entrega de sus “Recuerdos Imborrables”.
El profesor Molina cerraba el periódico El Caribe dos días a la semana: los miércoles y los domingos le solicité que me permitiera estar presente en esos momentos, a lo que accedió de inmediato.
Aquella noche entraba por primera vez al despacho que ocupaba en su condición de Director Ejecutivo del diario El Caribe, entonces el principal periódico del país.
Primero me dio un paseo por el periódico y finalmente me ordenó sentarme a verlo trabajar, Le llevaban una prueba de cada una de las páginas para su aprobación las cuales me mostraba mientras me hacia una y otra observación.
Un titular de primera página decía algo así como: “Llamado a huelga paralizará el país” y cuando me la mostró dije que había un error porque el simple “llamado a huelga” no paralizaría el país, por aquello de que “va a llover no moja”.
El profesor Molina con su sonrisa de medio lado me dio la razón, ese fue mi primer éxito periodístico.
Ese asunto tan nimio no forma parte de sus recuerdos imborrables pero para mí es uno de los que comparto con él
El profesor Molina tiene sus recuerdos pero debe saber que forma parte importante de los recuerdos de otros quienes como yo, hemos andado en los mismos tiempos, en ocasiones de forma paralela a sus andanzas.

jueves, 21 de febrero de 2013

Administrar el éxito



Administrar el éxito

Se cita al filósofo español José Ortega y Gasset como el pensador que en 1910 sentenció: “Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendido hasta volverse incompetentes".
Cincuentainueve años después el profesor Laurence J. Peter en su libro “El principio de Peter” desarrolló la misma idea al escribir: "En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse”
Ambos pensadores hablaban, tangencialmente, de lo difícil que es lo que llamo: “la administración del éxito”.
La propaganda decía que Charles Atlas, el hombre mejor desarrollado del mundo en ese entonces, creador del método de ejercicios que llamó “tensión dinámica”, había sido un alfeñique de menos de 100 libras acicateado por un musculoso y fortachón engreído que  lo ninguneó delante de su novia y él se dispuso a ser tan fuerte o más que quien lo había ridiculizado.
Charles Atlas había logrado triunfar luego de ingentes esfuerzos que implicaban constancia, metas definidas, aburridas y repetitivas sesiones de ejercicios para desarrollar unos y otros músculos, lo cual le permitió escalar posiciones en la jerarquía de los fisiculturistas.
Cuando obtuvo el galardón como el hombre más perfectamente desarrollado, había subido la jalda paso a paso, sabedor de que el mejor modo de llegar a la cima es con trabajo, en una palabra: estaba preparado para manejar el éxito.
Cuando Doroteo se sacó el Premio Mayor de la Lotería, compró un caballo de presencia impresionante, bueno para paso fino o para cualquier tipo de carrera a corta, media o larga distancia, lo enjaezó con toda suerte de objetos de llamativos colores y ordenó una silla repujada por los mejores talabarteros de la región Este.
Doroteo se fue en enero para las fiestas de la Virgen de la Altagracia y desde entonces no se perdió una noche de vela, un cabo de año, unas fiestas patronales. El éxito se le fue a la cabeza y poco después vendió el caballo, lo botó la mujer, perdió la casa y se arrimó a una esquina con un sombrero roto, descalzo y sin dientes, a pedir limosnas por el amor a Dios.
Siempre recuerdo la caída de Cutá Pérez, aquel magnífico lanzador que se perdió en el maldito mundo de las drogas. Igual le ocurrió a Dwight Gooden, excelente lanzador de los Mets de Nueva York: las drogas terminaron temprano con su joven y ascendiente carrera. Ambos fueron víctimas del éxito súbito.
Lo de Marta Heredia es otra demostración de lo difícil que es administrar el triunfo, a veces estar a piquera del éxito sirve como enseñanza para aprender administrar el aplauso del público, el reconocimi9ento y la bonanza económica. ¡Qué pena!