Biografía

Nació en Sabana de Chavón, La Romana, el 9 de Noviembre de 1937. Estudió derecho y periodismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue cónsul en La Guaira, Venezuela y viceministro de la Presidencia del gobierno que encabezó el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Ha publicado ensayos sobre el origen del merengue y la narrativa dominicana. Es autor de los libros “Cuentos del Abuelo Julio”, “La ciudad clandestina y los secretos del General” y una novela llamada “Al final del arco iris” (1982). Sus cuentos “A partir de esta noche” y “Sonámbulo” fueron premiados por el Movimiento Cultural Dominicano y Casa de Teatro, respectivamente.

Inició y dirigió por muchos años, el suplemento “Cultura” del periódico El Nacional de ¡Ahora! “Cultura” pronto se convirtió en vocero de voces dominicanas nuevas. “Cultura” estaba abierto a todas corrientes literarias, a diferencia de otros suplementos culturares que existieron (y quizás todavía existen) en la República Dominicana, que eran “mafias literarias” para exponer puntos de vista, tendencias literarias que eran defendidas y/o promovidas por esos “intelectuales”.

Su prosa es precisa y sus temas son en general sociales. Escribió un cuento breve que está entre los cinco o seis mejores cuentos breves escritos en español

domingo, 24 de marzo de 2013

La Injusticia



La Injusticia

A menudo leo, escucho y hasta comento sobre la importancia comercial de la seguridad jurídica, bandera de los países que necesitan inversión extranjera para su desarrollo, ya que los capitalistas criollos contribuyen al progreso de las naciones donde guardan sus ahorros.
Guardar las riquezas en el extranjero no es una demostración de falta de patriotismo sino del conocimiento, la convicción de que la inseguridad jurídica afecta al inversionista extranjero o criollo.
La seguridad jurídica o la inseguridad jurídica dependen de la voluntad humana, de la inteligencia, de la profundidad de los conocimientos, de la experiencia, de la reciedumbre moral del o de las personas que tienen en sus manos la administración de las leyes, que no necesariamente aplican y respetan con justicia.
La justicia da a cada quien lo que le corresponde, pero la organización de la sociedad obedece más que al espíritu de ser justo, a barajar las piezas para que le toque la mejor parte a quien baraja.
Manejada por hombres, tiene dentro de sí las mejores posibilidades y las peores lacras.
Hablar de la seguridad jurídica no es sólo de la que requieren los inversionistas extranjeros sino las que deben regir para los inversionistas en general.
Pero la preocupación por la seguridad jurídica debe ir más allá de lo comercial, se requiere de seguridad jurídica para las personas, para que quien quiera pueda caminar por las calles sin temor a ser asaltado y asesinado porque la autoridad ejecuta mecanismos de prevención y con la seguridad, con la certeza de que quien cometa un delito será tratado sin favor ni temor, porque la autoridad actuará sin injusticia ni privilegios.
Hay que reforzar la seguridad jurídica de los inversionistas extranjeros y los de la gente del común, la que no tiene padrinos políticos, ricos, eclesiásticos, militares o policías.
Dado que ejercemos la irresponsable memoria selectiva, olvidamos que al excelente pelotero César Cedeño se le perdonó la muerte de una joven que lo acompañaba en un motel, que se le arregló el asunto a un joven pelotero de Grandes Ligas quien resolvió un homicidio a papeletazos, por aquello de “el muerto al jollo y el vivo al bollo”. El caso de la presentadora de TV en cuyo carro hallaron dos maletas llenas de dinero que las autoridades dicen es fruto de lavado de activos, la protegen, la despachan y poco falta para que la presenten como una Virgen de la Altagracia.
El último y más reciente caso de la falta de seguridad ciudadana es la decisión de dejar en las calles, al joven que mató a tres hermanos al chocarlos mientras manejaba imprudentemente a exceso de velocidad en una calle llena de celebrantes

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