Lecciones de la historia
Los licenciados Angel Liz, Heriberto Núñez y otros distinguidos
dominicanos, pasaron toda la tiranía de Rafael Trujillo, 1930-1961, que cuando
no estaban presos los andaban buscando.
Todos los años apresaban a otros ciudadanos cuyo único pecado era no
comulgar con el gobierno del tirano de San Cristóbal.
El caso del licenciado Liz era el típico abuso de poder cometido con la
torpeza y la fanfarronada de quien cree que siempre estará en la posición de
ejercer toda suerte de abusos y vejaciones, porque el gobierno al cual sirve
durará para siempre. La gente olvida que “no hay mal que dure cien años ni
cuerpo que lo resista”.
A Don Angel cuando el gobierno quería hostigar y joder, lo mandaban a
buscar preso, lo sometían a la justicia bajo la acusación de “porte y tenencia
de arma blanca”. La próxima vez que el licenciado Liz fue apresado y llevado
frente al tribunal le reclamó al juez que era la cuarta vez que lo sometían a
la justicia por el mismo cuerpo del delito. Es decir, ni siquiera se tomaban el
trabajo de buscar otro cuchillo. Así actuaba la “justicia” durante la tiranía
de Trujillo.
Durante el régimen de los doce años de Balaguer, la “justicia” actuaba de
manera diferente. Acusaban a cualquier persona disidente del balaguerato y,
cuando era dichoso y no lo asesinaban, le acusaban de tenencia de arma de
guerra y la Policía llevaba el cuerpo del delito: una granada fragmentaria. Uno
de los acusados marcó la granada y la próxima vez que lo sometieron demostró el
engaño.
Ya nadie recuerda los nombres de los jueces que contribuyeron a violar los
derechos de los acusados por razones políticas.
Las razones políticas tienen mucho peso, de manera especial, cuando un
ciudadano o un grupo de ciudadanos va a los tribunales a reclamar derechos que
no convienen a los gobernantes de turno. Siempre un tecnicismo legal permitirá
a jueces venales, caídos en el último escalón de la degradación: el irrespeto a
sí mismos, arrodillarse ante los que mandan y emitir sentencias en las que
ellos son los primeros en no creer.
Siempre me pregunto cuál será la reacción de los corruptos al verse
reflejados en el espejo cuando se afeitan por la mañana. Esa imagen debe
reflejar los torcidos caminos por los cuales transitan esas almas enfermas.
Pero no importa, ya han perdido la vergüenza.
Quizá en su acomodaticia ignorancia los jueces del Tribunal Superior
Electoral desconocen que los licenciados Angel Liz y Heriberto Núñez vieron
pasar ante sí el cadáver de Trujillo.
Esos defensores de causas indignas no saben, como decía mi madre, que “La
ley de Dios no tiene trampa y si la tiene se le arranca”
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