En la encrucijada
La existencia de un Partido Revolucionario
Dominicano unido es un peligro para los enemigos de la democracia, dentro de
los cuales están quienes corrompieron y violaron todos los principios en
procura de tener el manejo de los poderes públicos para su beneficio personal y
grupal.
La conspiración contra el PRD comenzó desde
su llegada al país; entonces se decía que esos extranjeros, recién llegados al
país, debían formar parte de algún grupo de exiliados que participaban en una
jugada para que se mantuviera el régimen de Trujillo más allá de su muerte.
Eso no era lo único también se enrostraba a
los delegados del PRD el hecho de que no pertenecían a ninguna familia de
alcurnia de las que se chuparon los dineros del pueblo, mediante posiciones y
canonjías que le permitieran acumular capitales a costa del erario.
La campaña se extendió mucho más mientras el
pueblo participaba en el crecimiento de esa organización cuyos líderes se
parecían a él.
Buscando y rebuscando hallaron una vieja
acusación, según la cual, el propio Juan Bosch, en compañía de Buenaventura
Sánchez, había tenido en Cuba una empresa que exportaba chinos, quienes
ingresarían ilegalmente a Estados Unidos vía la Florida. Esas y otras bajezas
formaron parte del ejercicio maligno de la sicología del rumor.
Es oportuno recordar que también se puso a
circular el rumor de que Angel Miolán, Nicolás Silfa y Ramón Castillo recorrían
el país, en su misión evangelizadora, protegidos por las autoridades de
entonces, encabezadas por Joaquín Balaguer y Ramfis Trujillo. Nada más falso el
valor y la reciedumbre de los tres compañeros que encendieron la llama de la
libertad, en 1961, nunca ha sido reconocido.
Avanzada la campaña electoral de 1962, Unión
Cívica Nacional, desde el gobierno, enfiló todos sus cañones, incluyendo el
periódico El Caribe y la iglesia Católica, contra el Partido Revolucionario
Dominicano y su candidato.
Desesperados, cuando despertaron del sueño de
que Unión Cívica tenía ganadas las elecciones, reaccionaron como picados por un
áspid y devolvieron el veneno acusando al candidato del Partido Revolucionario
Dominicano de ser comunista. Esa acusación malsana y mendaz, fue lanzada desde
un sector de la iglesia Católica. El debate entre el acusador, padre Láutico
García y el acusado Juan Bosch, selló el triunfo del PRD en las elecciones de
1962.
La campaña de descrédito ha sido un incesante
ejercicio de perversidad al cual se han prestado incluso algunos miembros y
dirigentes del propio Partido Revolucionario Dominicano.
Nuevamente en la encrucijada, llega el
momento de demostrar si queremos ser gobierno, para enmendar los males que nos
aquejan, o si continuaremos con la querella divisionista que permite pensar
cualquier cosa, ante las actitudes absurdas que se ven y hasta las que no se
ven.
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