Biografía

Nació en Sabana de Chavón, La Romana, el 9 de Noviembre de 1937. Estudió derecho y periodismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue cónsul en La Guaira, Venezuela y viceministro de la Presidencia del gobierno que encabezó el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Ha publicado ensayos sobre el origen del merengue y la narrativa dominicana. Es autor de los libros “Cuentos del Abuelo Julio”, “La ciudad clandestina y los secretos del General” y una novela llamada “Al final del arco iris” (1982). Sus cuentos “A partir de esta noche” y “Sonámbulo” fueron premiados por el Movimiento Cultural Dominicano y Casa de Teatro, respectivamente.

Inició y dirigió por muchos años, el suplemento “Cultura” del periódico El Nacional de ¡Ahora! “Cultura” pronto se convirtió en vocero de voces dominicanas nuevas. “Cultura” estaba abierto a todas corrientes literarias, a diferencia de otros suplementos culturares que existieron (y quizás todavía existen) en la República Dominicana, que eran “mafias literarias” para exponer puntos de vista, tendencias literarias que eran defendidas y/o promovidas por esos “intelectuales”.

Su prosa es precisa y sus temas son en general sociales. Escribió un cuento breve que está entre los cinco o seis mejores cuentos breves escritos en español

viernes, 17 de mayo de 2013

El agua y la candela



El agua y la candela

El grupo no entendía de dónde salió el agua que ensució el río sin que lloviera ni en la cabeza ni en el curso. Sencillamente surgió. Era agua de albañal, putrefacta con olor a cueva cerrada, llena de murciélagos. Era difícil descifrar de dónde salía esa agua putrefacta que intentaba agarrarte por los tobillos para impedirte caminar.
Esa agua dificultó el vado del río. Primero brotó como un comentario que semejaba una candela de basurero, persistente, silente, constante, ocultando el poco de humo que la denunciaba.
Se decía, siempre se dice, siempre se decía, que debajo de la tierra, de manera subterránea caminaban la candelita de basurero de los comentarios y brotaba el agua putrefacta a su lado.
Era difícil de entender cómo si el agua y la candela andaba juntas debajo del agua una no apagaba la otra. Quizá se trataba de un juego como aquel del “similindruño”, que se jugaba con el puño derecho apretado y se le pedía al interlocutor: “ábreme el puño” para que abriera la mano, mediante el santo y seña “sobre de cuánto”, puesto que se intentaba adivinar cuánto dinero estaba oculto y se respondía: “sobre de tanto” sólo cuando se abría el puño se determinaba quién ganó.
Realmente es difícil, porque nada es imposible, saber si nuestro requerimiento de que nos abran el puño tendrá un feliz término y lograremos determinar quién encendió la candelita de basurero que el agua de albañal reúsa o no puede eliminar.
Es importante determinar de dónde sale esa agua sucia, putrefacta, quién la dirige, hacia dónde, por qué esa agua ha logrado encharcar, donde se adivinaba un premio
Quizá la candelita surgió para que no se pensara que el agua pútrida era un fenómeno de la naturaleza y su persistencia logró enseñarnos que se trataba de una acción indigna de algunos hombres.
Entonces fue cuando apareció el mago que sacaba cigarrillos del aire y convertía una mota de algodón en una avecilla de trino desafinado. Era el momento de buscar una solución al aire pestilente, al hedor a cueva cerrada llena de murciélagos.
Era el momento de buscar al dueño del espejo que engañaba a quienes se veían reflejados en el juego de cristales azogados que descomponen y multiplican la imagen hasta convertirla en una desagradable caricatura.
El agua corrompida continuó mientras la llama de la candelita de basurero se mantuvo como una advertencia de cómo ambiciones personales desmedidas, logran imponer de momento un rumbo equivocado que dura lo que las brisas de verano, que surgen y se desmayan rápidamente.
Los perredeístas tienen que trabajar sin desmayo porque la candela de la dignidad se mantiene y como dijo el poeta: el agua se aclara sola al paso de la corriente.

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