Artistas
de la simulación
En
mi artículo del jueves pasado titulado “Carta a un ex amigo” no me refería nada
más a un amigo.
La
calidad de amigo amigo no la tiene todo el mundo. Uno tiene nadie sabe cuántos
conocidos.
Hay
compañeros de juegos de infancia, condiscípulos, personas con las que uno
asistió a clases en la universidad, otros con los cuales participamos en
intercambios deportivos de distintas disciplinas, en fin, una buena cantidad de
personas con las cuales se ha interactuado y que en la sociedad actual la gente
conoce como “amigos”
La
flecha que disparé no fue directamente a una persona, a sólo un examigo. En esa
práctica de tiro arrojé flechas para que algunos “amigos” se vieran retratados
en el espejo de su pasado.
Aquellos
que dijeron y repitieron que sólo tenían aspiraciones de redención y que
aparentaron representar los mejores intereses del pueblo dominicano.
Esos
que se colocaron como portaestandartes de los principios morales más acendrados
de nuestra sociedad.
Esos
que cantaron, pregonaron, vocearon, que eran puros, que aspiraban a completar
la obra de Juan Pablo Duarte.
Esos
mismos, que usted y yo creímos conocer; que usted y yo llegamos a pensar que
eran buenos, sanos, honrados.
Esos
que aparentaban participar de aquella conducta que dice que rico es el que
menos necesita.
Esos
que se ganaron la admiración y la confianza de mucha gente, incluyendo a
cualquiera de nosotros.
Esos
que no se limitaron a hablar, decir, escribir, sino que también bajaron a la
arena de la lucha cívica, acudieron al llamado de la democracia para defender
la libertad y al reclamo de la Patria, cuando fue preciso defender su
independencia, su derecho a buscar y obtener un lugar decente bajo el sol.
Esos
“amigos” que ayer se conformaban con vivir decente y honestamente del sudor de
las frentes suya y de sus mujeres.
Esos,
que muchas veces disfrutaron de las cosas sencillas que tiene la vida: una
puesta de sol sobre la montaña, la luna rielando sobre el mar, convirtiendo su
reflejo en un camino de luz, la caricia de las cristalinas aguas de la chorrera
de un río oculta por una vegetación aún se mantenía virgen.
Esos
mismos que ahora pisan suelos de mármol extranjero, que huelen el sándalo que
perfuma sus vestidos cuando abren los guardarropas, que necesitan vestir
calzados de pieles escogidas de animales seleccionados curtidas especialmente.
Esos
que se elevaron sobre sus miserias económicas para emporcarse en lo más abyecto
y putrefacto de las sentinas indecentes e inmorales.
Esos
que se han colocado con sus acciones innobles a tal distancia, a esos los borré
de mi lista de “amigos”. No lo siento, es que sus fortunas dan asco…por mal
habidas. Sencillamente.
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