¡Qué ejemplo!
Cada
generación hereda un conjunto de historias, consejas, mentiras y realidades que
no ha construido. Se da cuenta, cualquier día, mientras entra en la curva final
de la adolescencia, que el mundo esta hecho, que no hay nada nuevo bajo el sol.
Leyes,
estudios, planes, proyectos, obras en curso, otras por construir, todo,
aparentemente todo está hecho y a esta nueva generación que entra en los
finales de la adolescencia como que le queda poco por hacer.
En
ese momento, en ese preciso momento, esa generación descubre que el mundo que
encontró, el mundo de sus mayores, puede ser mejorado porque toda obra humana
es perfectible.
El
choque que produce ese descubrimiento es de gran importancia para el presente y
el futuro de esa generación que ha crecido dispersa hasta que se encuentra en
la universidad, el taller, en el lugar donde aprende artesanía o cualquier arte
de desarrollo manual.
Desconocedora
del pasado cada generación se ocupa de elaborar, de trabajar, un modelo de
escultura que esté al alcance de su tiempo. Lo que no sabe cada generación,
cuando está en embrión, es que a las generaciones anteriores se les presentaron
los mismos retos, porque cada generación sabe que tiene la obligación de
estampar su huella en la historia.
Por
eso, cada generación crea y ve surgir sus propios héroes, los que deben
continuar y superar las generaciones de sus mayores.
Entonces,
se produce el choque generacional, que permite la chispa que produce el
incendio con cuya luz se ilumina la generación actual.
Shakespeare
decía que el pasado es prólogo, lo que deja claro que hay que mirar hacia atrás
para lograr metas más altas.
Mi
generación, nacida y crecida bajo la bota del trujillaje, se nutrió con el
ejemplo de grandes hombres que supieron decir que no al tirano Trujillo y
escribieron páginas que permitieron a Gabriel García Márquez interpretar el
sentimiento de libertad latinoamericano cuando la dignidad del coronel Buendía,
respondió a su mujer, quien le preguntó qué comerían: el bizarro combatiente le
respondió: ! Mierda!.
Antes
que resignar su bandera de lucha, hombres como Heriberto Núñez, Ángel Liz,
Viriato, Antinoe y Gilberto Fiallo, Ercilio de Castro, Carlos Lassis, Guaroa
Vásquez, Osvaldo Padilla, Nossin Hazoury, aquel fotógrafo de La Romana, Ramón
(Mon) cuyo apellido no recuerdo, el maestro sastre Aroma y muchos otros,
prefirieron mantener la dignidad y el decoro de todos con su resistencia
individual al trujillaje.
La
generación que está en el gobierno, dejará como ejemplo: el engaño, el
enfermizo afán de riqueza que los ha llevado a juntar fortuna robando dinero
del pueblo.
Como
dijo el Presidente Hipólito Mejía, nos mienten, saben que nos mienten, pero no
nos engañan.
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