¡Hasta cuándo!
Hay una constante que no me gusta en la respuesta de nuestro pueblo ante
acontecimientos que afectan la sociedad. Un rápido recuento de nuestra historia
arroja resultados difíciles de tragar.
En momentos estelares de nuestra
historia, no reaccionamos con la rapidez necesaria para quitarnos de encima el
peso que nos agobia. Es como si nuestra sociedad fuese masoquista y no lo
creo.
No creo que ninguna persona, y mucho
menos una sociedad, se acoja al yugo sin buscar la opción de la libertad. Sin
embargo, hay una actitud atávica que actúa como ancla y contribuye
a la inercia social que parece formar parte del yo dominicano.
Los estudiosos de la conducta debían
ahondar en lo que es una indudable constante en el pueblo dominicano: la
pasividad, la reacción lenta y a veces tardía, aceptar lo que le daña como si
fuese imposible trillar otro camino.
Aunque antes de 1810 había grupos
que propugnaban por la independencia, se impuso la corriente que abogaba por
volver al redil de España, en momentos en que se producían, en el continente,
algunos de los acontecimientos políticos y militares más importantes de la
independencia de América.
¿Se habían acostumbrado los
"dominicanos" a la ocupación haitiana, al punto de
realizar pocas acciones, antes de 1844, para liberarnos del yugo?
¿Cómo fue posible que Pedro Santana
y Familia hicieran lo que le vino en ganas hasta el punto de encabezar el
amplio movimiento que entregó la soberanía e independencia nacionales a España?
¿Cómo permitimos que gobernara
varias veces Buenaventura Báez, quien nunca respetó el sentimiento de
independencia?
Es imperativo el estudio de las
causas de esa errada creencia que nos hace pensar como impotentes. Felizmente,
siempre encontramos el camino de hallar la luz al final del túnel.
Ulises Heureaux y Rafael Trujillo,
para sólo citar dos ejemplos, fueron fruto de la dispersión social, que
impide el desarrollo de una real política de beneficio al pueblo dominicano.
Si no existe la cohesión social que
alimente el sentido de arraigo, la percepción de pertenencia a un proyecto o
situación común, los resultados serán los peores.
Somos víctimas de las maldades de una comparsa de bufones, imitadores de los
peores ejemplos, cuyas acciones contribuyen a golpear las aspiraciones de una
vida digna.
Llegaron al poder con una consigna
que han aplicado cuidadosa y sistemáticamente: enriquecerse a toda costa.
Creo que Joaquín Balaguer fue quien
dijo esta frase que retrata a muchos: demagogos con cara de redentores.
Así nos han engañado y el sonido de
las voces de las sirenas encanta a muchos a quienes parece no importarle que se
robaran 187 mil millones de pesos, entre gastos de sucia campaña política y
nadie sabe cuántas vagabunderías más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario