…y le daba y le daba y le daba…
En la escuela de Política, en Costa Rica,
entre sociología e historia política de las instituciones, cantábamos algunas
canciones del continente mientras viajábamos en autobús hasta San José y
viceversa.
Una de ellas decía: y le daba y le daba y le
daba/tanto golpe que la acostumbraba/y le daba y le daba y le dio/tanto golpe
que la acostumbró.
La política de aplastamiento que sufrimos en
el país en ocasiones es tan sutil que no nos damos cuenta de que, como en la
canción continental, nos han dado tantos golpes que parece que estamos
acostumbrados.
Durante la “paz” del trujillaje el pueblo fue
acostumbrado a soportar cualquier cosa, cualquier abuso de las autoridades, de
sus familiares. Fue el mejor tiempo para aquellos que saben que sus razones no
les dan la razón, que sus actuaciones están reñidas con los principios de
justicia, libertad, democracia.
Provoca una indignación sin límites qué
permitamos que los enemigos de la democracia, empleando cantos de sirena y
encantadores de serpientes, logren su meta suprema: controlar las emociones,
sentimientos, impulsos, la capacidad de protesta.
De un tiempo a esta parte aceptamos, sin
protestar contra la autoridad y sus representantes, que no haya agua cuando
abrimos la llave para lavarnos las manos, para bañarnos, para lavar la ropa,
para cocinar, para bajar el inodoro. El comentario es alimentar la esperanza de
que “vuelva” el agua.
Soportamos con una paciencia digna de mejor
causa, el mayúsculo desorden del tránsito en la ciudad, en las carreteras y
donde quiera que se mueva un vehículo de motor. Nos limitamos a mantener las
protestas mordidas entre los labios.
Tanto en el sector público como en el
privado, se estima que el consumidor aceptará cualquier disposición que atente
contra su bolsillo, su salud, su libertad, su derecho a la democracia.
La gravedad de esa actitud es tan profunda
que durante años hemos pagado el gas de cocinar al precio que le da la gana al
dueño de la bomba donde lo compramos, ello así, porque siempre cobran una suma
superior a la cantidad de gas que nos ponen en el tanque.
No he hablado del talón de Aquiles que es la
falta de suministro de calidad y a precios reales, de la electricidad del
sistema público.
Los pesos y medidas con los que nos venden
están alterados…y no pasa nada.
El precio de los combustibles es un reflejo
de cómo hemos permitido que nos colocaran un narigón y nos manejen como al
buey.
Se acerca, si no es que ha llegado, el tiempo
de protestar contra apagones, falta de agua, desórdenes en el tránsito y contra
la inasible dictablanda que maneja el Congreso, los Tribunales Superiores, el
Presupuesto… ¿Por dónde comenzamos?
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