Biografía

Nació en Sabana de Chavón, La Romana, el 9 de Noviembre de 1937. Estudió derecho y periodismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue cónsul en La Guaira, Venezuela y viceministro de la Presidencia del gobierno que encabezó el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Ha publicado ensayos sobre el origen del merengue y la narrativa dominicana. Es autor de los libros “Cuentos del Abuelo Julio”, “La ciudad clandestina y los secretos del General” y una novela llamada “Al final del arco iris” (1982). Sus cuentos “A partir de esta noche” y “Sonámbulo” fueron premiados por el Movimiento Cultural Dominicano y Casa de Teatro, respectivamente.

Inició y dirigió por muchos años, el suplemento “Cultura” del periódico El Nacional de ¡Ahora! “Cultura” pronto se convirtió en vocero de voces dominicanas nuevas. “Cultura” estaba abierto a todas corrientes literarias, a diferencia de otros suplementos culturares que existieron (y quizás todavía existen) en la República Dominicana, que eran “mafias literarias” para exponer puntos de vista, tendencias literarias que eran defendidas y/o promovidas por esos “intelectuales”.

Su prosa es precisa y sus temas son en general sociales. Escribió un cuento breve que está entre los cinco o seis mejores cuentos breves escritos en español

viernes, 14 de septiembre de 2012

El Camaleón

El Camaleón

En el invierno de 1963 un grupo de amigos tocaba en Macuto, Venezuela, en casa del capitán Reinaldo Magallanes, un aire que estaba de moda. El furruco y el cuatro invitaban a corear la letra mientras palmoteábamos:
El camaleón ¡aja!
El camaleón ¡aja!
Cambia de colores
Según la ocasión
En mi biblioteca tengo una fotografía del día que se publicó, en un acto en el Palacio Nacional, el decreto que creaba el Departamento de Prevención de la Corrupción. En la foto Leonel Fernández se acerca a saludarme.
Mi amigo de los tiempos de la universidad, Abel Rodríguez del Orbe, era Procurador General de la República y me había hablado antes, muy entusiasmado, del programa para combatir la corrupción.
A solicitud de Abelito asistí a reuniones que celebramos con funcionarios y empleados de algunas oficinas recaudadoras, para comenzar por uno de los puntos más vulnerables en lo que se refiere a servidores públicos del bajo nivel. Por supuesto, por algún lugar se comienza.
No sé si en el mismo decreto que creó el DEPRECO fue designado como su titular Justo Pedro Castellanos Khouri, quien meses después renunciaría desilusionado por la recién estrenada permisividad de Leonel, ante hechos de corrupción evidentes cometidos en su administración y de los cuáles el presidente Fernández tenía pleno conocimiento.
Leonel debe recordar cuando le solicité que ordenara profundizar la investigación de la muerte de un oficial de la Fuerza Aérea, a lo que respondió con un comentario evasivo e irrelevante para justificar su negativa a que se ahondara la pesquisa.
El propio Abelito salió de la Procuraduría después de sentirse afectado por la decisión presidencial de liberar “al hombre del maletín” quien “convencía” a legisladores de las ra$zone$ para que un proyecto de ley fuera aprobado o desaprobado. Abelito creía en la rectitud y en las buenas intenciones de Leonel, un hombre de su experiencia olvidaba que “de buena intenciones está empedrado el camino del infierno”.
El “hombre del maletín” estaba detenido en la Procuraduría y entonces se dijo que por él intervinieron el principal líder de la oposición, la principal figura de la iglesia Católica y un grupo de empresarios, quienes años después tuvieron que defender públicamente al “legislador extraordinario”.
Debido a que realizaba un trabajo para la Procuraduría, estaba en la oficina de Abelito cuando los policías llevaron detenido al “hombre del maletín”.
Ahora que se anuncia con bombos y platillos que el titular del DEPRECO desestimó y archivó denuncias de corrupción, días antes del cambio de gobierno que encabezaba Leonel, pensé ¿en qué pasillo del Palacio Nacional Fernández se convirtió en camaleón?.
Quiera Dios que permitir la corrupción, no sea la divisa de Danilo Medina para “continuar lo que está bien”.

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