Biografía

Nació en Sabana de Chavón, La Romana, el 9 de Noviembre de 1937. Estudió derecho y periodismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue cónsul en La Guaira, Venezuela y viceministro de la Presidencia del gobierno que encabezó el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Ha publicado ensayos sobre el origen del merengue y la narrativa dominicana. Es autor de los libros “Cuentos del Abuelo Julio”, “La ciudad clandestina y los secretos del General” y una novela llamada “Al final del arco iris” (1982). Sus cuentos “A partir de esta noche” y “Sonámbulo” fueron premiados por el Movimiento Cultural Dominicano y Casa de Teatro, respectivamente.

Inició y dirigió por muchos años, el suplemento “Cultura” del periódico El Nacional de ¡Ahora! “Cultura” pronto se convirtió en vocero de voces dominicanas nuevas. “Cultura” estaba abierto a todas corrientes literarias, a diferencia de otros suplementos culturares que existieron (y quizás todavía existen) en la República Dominicana, que eran “mafias literarias” para exponer puntos de vista, tendencias literarias que eran defendidas y/o promovidas por esos “intelectuales”.

Su prosa es precisa y sus temas son en general sociales. Escribió un cuento breve que está entre los cinco o seis mejores cuentos breves escritos en español

viernes, 7 de septiembre de 2012

Ni locos ni borrachos


Ni  locos ni borrachos
En toda sociedad hay códigos no escritos que se aceptan como oro de buena ley, son leyes y costumbres creadas por la práctica: el Partido Revolucionario Dominicano no es la excepción.
En el viejo PRD se creía y se luchaba por  la conquista y construcción  de la libertad, la democracia y la justicia social, como reza en su escudo.
Era el tiempo de convertir en realidad los sueños de poder hacer, decir, vivir, planear, ejecutar, estudiar, lo que nos viniera en ganas y actuar siempre, dentro de los cánones morales.
El pueblo perredeísta marcaba el rumbo del grupo, puesto que los militantes organizados ejercían su derecho a rechazar o acatar las directrices de los organismos superiores, desde los comités de base hasta llegar al Comité Ejecutivo Nacional.
Aún el partido no había sido enganchado con un narigón; el oro  no había penetrado el PRD,  que trajo la consigna: “Vergüenza contra dinero”, como un estandarte de lucha para reivindicar la moral en el gobierno y contribuir a disminuir, hasta hacerlas desaparecer, las ancestrales carencias del pueblo dominicano.
Fue un tiempo que uno puede evocar con orgullo si fue capaz de colocar aunque fuera un grano de arena, en la inmensa montaña de buenas voluntades que se unieron para imponer la decisión de la mayoría en las elecciones.
El Partido Revolucionario Dominicano siempre fue implacable con quienes violaban sus estatutos, con quienes violaban los principios morales. Ello es lo que explica la expulsión del expresidente  José Rafael Molina Ureña y de Enriquillo del Rosario Ceballos, porque aceptaron un puesto en el gobierno de Joaquín Balaguer sin permiso del PRD.
Ese viejo Partido Revolucionario Dominicano, que entonces era joven, ahora pasa de 50 años, estaba integrado mayormente  por gente de bien, gente decente, honrada, trabajadora, estudiosa, gente de ejercicio profesional correcto
Fueron los tiempos en que la ortodoxia perredeísta condenaba como traidores a quienes querían legalizar las farsas electorales de Balaguer. Del fondo de la reunión un compañero gritó: “quien divide traiciona”. Este es el tiempo de decir: “quien traiciona divide”.
Si eran traidores los que querían que el PRD participara en elecciones amañadas ¿Cómo calificar a Miguel Vargas Maldonado  luego de que dificultara, torpedeara, boicoteara la unidad del partido, para beneficio de la nueva bandera que acogió para participar en política?
¿Hasta dónde ha caído el respeto a los principios morales, que se habla, como si fuera una gracia, de que el traidor sea reivindicado por el partido, como ya fue favorecido por jueces de su nueva bandera política, con un fallo inmoral emitido por el Tribunal Electoral?
Alguien gritó: “aquí lo que pasa es que todos estamos borrachos” no es verdad: ni  locos ni borrachos.

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