Biografía

Nació en Sabana de Chavón, La Romana, el 9 de Noviembre de 1937. Estudió derecho y periodismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue cónsul en La Guaira, Venezuela y viceministro de la Presidencia del gobierno que encabezó el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Ha publicado ensayos sobre el origen del merengue y la narrativa dominicana. Es autor de los libros “Cuentos del Abuelo Julio”, “La ciudad clandestina y los secretos del General” y una novela llamada “Al final del arco iris” (1982). Sus cuentos “A partir de esta noche” y “Sonámbulo” fueron premiados por el Movimiento Cultural Dominicano y Casa de Teatro, respectivamente.

Inició y dirigió por muchos años, el suplemento “Cultura” del periódico El Nacional de ¡Ahora! “Cultura” pronto se convirtió en vocero de voces dominicanas nuevas. “Cultura” estaba abierto a todas corrientes literarias, a diferencia de otros suplementos culturares que existieron (y quizás todavía existen) en la República Dominicana, que eran “mafias literarias” para exponer puntos de vista, tendencias literarias que eran defendidas y/o promovidas por esos “intelectuales”.

Su prosa es precisa y sus temas son en general sociales. Escribió un cuento breve que está entre los cinco o seis mejores cuentos breves escritos en español

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Papá nunca pensó que el cine


Papá nunca pensó que el cine
 
Papá era un adolescente cuando llegó el cine a Barahona. Era el tiempo del cine mudo donde sólo podían triunfar los grandes actores capaces de hablar con un gesto, como el caso de Charles Chaplin, guionista, realizador, director, primer actor, autor de la música de la cinta inmortal “Candilejas”, donde creo que hizo su debut la entonces joven actriz Claire Bloom.
Mi padre, Julio Gautreau, contaba que los dueños del teatro “Unión” contrataron a mi abuelo, Clodomiro Gautreau Rijo para que amenizara las películas. El público tenía preferencias musicales para cada tipo de escena, por ejemplo, en una escena donde los novios paseaban románticamente en un bote, la gente gritaba: ¡un vals, un vals! y el abuelo tenía entre otros valses “Sobre las Olas” del mexicano Juventino Rosas. Cuando se trataba de una escena en la cual el protagonista cabalgaba a galope, la gente gritaba: ¡pasodoble, pasodoble! y el abuelo tenía programada para esos momentos la obertura de Guillermo Tell de Gioacchino Rossini.
El cine ha sido un vehículo cuya diversidad de contenido, lo convirtió hace tiempo en un instrumento cuyo efecto-demostración ha sido tan determinante en la civilización actual, que José Stalin, “el padrecito de todas las rusias” dijo que si hubiera manejado una industria cinematográfica como la de Hollywood habría gobernado el mundo.
Definitivamente, el cine de Hollywood cambió el mundo, universalizó modos culturales norteamericanos como modelos de conducta, que en muchos casos son ejemplos para peor.
Mi Miriam, mi esposa, critica las constantes escenas de violencia y sexo más explícito de lo que manda el arte, o aquellas tramas donde se enseñan, modos de engaño, robo, o formas de torturas y las espeluznantes imágenes de personas mutiladas, animales inexistentes, robots de los que planean crear los barones de la guerra en su afán por dominar el mundo.
Cuando la familia Manson asesinó a la bella Sharon Tate, esposa del genial Roman Polanski y a varios amigos de la pareja, el mundo del espectáculo se estremeció puesto que la actriz estaba embarazada y no hubo piedad para ella.
El asesinato del joven José Carlos Hernández, es una demostración de que en el cine se venden, como monedas de buena ley, escenas, tramas, sin que haya una enseñanza, sin que haya castigo para las conductas equivocadas. Eso crea en muchos jóvenes la idea de que no hay división entre el bien y el mal, que es bueno lo que uno quiere hacer, sin que importe quién entienda que está mal.
Convengo con Miriam en que el cine ha sido usado para repetir conductas, estilos, modos de ser y hacer que dañan más que beneficiar la humanidad.

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