Biografía

Nació en Sabana de Chavón, La Romana, el 9 de Noviembre de 1937. Estudió derecho y periodismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue cónsul en La Guaira, Venezuela y viceministro de la Presidencia del gobierno que encabezó el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Ha publicado ensayos sobre el origen del merengue y la narrativa dominicana. Es autor de los libros “Cuentos del Abuelo Julio”, “La ciudad clandestina y los secretos del General” y una novela llamada “Al final del arco iris” (1982). Sus cuentos “A partir de esta noche” y “Sonámbulo” fueron premiados por el Movimiento Cultural Dominicano y Casa de Teatro, respectivamente.

Inició y dirigió por muchos años, el suplemento “Cultura” del periódico El Nacional de ¡Ahora! “Cultura” pronto se convirtió en vocero de voces dominicanas nuevas. “Cultura” estaba abierto a todas corrientes literarias, a diferencia de otros suplementos culturares que existieron (y quizás todavía existen) en la República Dominicana, que eran “mafias literarias” para exponer puntos de vista, tendencias literarias que eran defendidas y/o promovidas por esos “intelectuales”.

Su prosa es precisa y sus temas son en general sociales. Escribió un cuento breve que está entre los cinco o seis mejores cuentos breves escritos en español

martes, 9 de octubre de 2012

Carta a un ex-amigo


Carta a un ex-amigo

Años después, nos encontramos en la calle El Conde, donde habíamos estado presentes cuando la Patria llamó sus hijos para que no permitieran que la vergüenza y el valor dominicano se fueran de vacaciones. Ahí estuvimos con el inmortal Francisco Alberto Caamaño Deñó
Era el tiempo de levantar la frente y no arrodillarse ante el invasor extranjero, cuya única ventaja era tener más soldados, mejores aviones, tanques de guerra de la altura de dos pisos y un suministro inacabable de municiones y alimentos.
Era el tiempo de “Patria o muerte”, “Vergüenza contra dinero; el tiempo de demostrar que somos los hombres quienes permitimos que se instalen y permanezcan los dictadores, los tiranos.
Fue un buen tiempo.
Esa misma calle El Conde había sido escenario de la multitud que se reunió frente al Baluarte, donde se proclamó la Independencia nacional y un rugido sacudió como un latigazo la columna vertebral de la República, cuando coreamos aquella frase inmortal pronunciada por Viriato Fiallo ¡basta ya!
Esa frase, y lo que significaba, levantó la virilidad nacional y el pueblo sacudió el miedo mientras cantaba los inmortales versos de José Francisco Peña Gómez que dicen: “vence el miedo cobarde que asalta/ tu esforzado y viril corazón/ que el auxilio de Dios nunca falta/ donde está la verdad, la razón”
Fuimos la generación que heredó el espíritu dominicanista contenido en los versos de “La Patria en la Canción”, convertidos en inolvidables himnos cantados por las voces inocentes de niños que aprendimos en la escuela, que la Patria se ama de muchas maneras.
Fue ahí, frente al Baluarte, donde el gigante Manuel Aurelio Tavárez Justo hizo un compromiso de honor que le costó la vida, mientras muchos de quienes lo acompañarían lo dejaron solo, hasta que por los huecos de las balas de sus asesinos le salió el último hálito de vida, mientras se escapaba con él una de las grandes esperanzas de redención.
Las calles y la academia fueron los grandes escenarios de lucha en procura de libertad, respeto, institucionalidad, democracia.
Hasta ahí anduvimos juntos y nos sumergimos en la política partidaria. Allí la prédica era clara y constante: Libertad, Democracia y Justicia Social.
Esos principios marcaron nuestro quehacer durante la juventud: la honradez, la seriedad, el trabajo, el estudio, el amor a la familia, la solidaridad con los amigos.
Entonces mostramos nuestras virtudes, pero ¡cuán lejos! estábamos algunos de pensar que muchos de aquellos con quienes compartíamos eran peores que aquellos a quienes combatíamos.
Nunca pensé que tus acciones me provocarían tanta indignación. Ahora sé que eres un traidor, un ladrón, que te robaste hasta la confianza.
¡Lastima que hayas caído tan bajo!

viernes, 5 de octubre de 2012

El conductor y su música


El conductor y su música

El hombre terminó de cambiarse de ropa, tomó la batuta y se dispuso a salir luego de despedirse de su familia. En la calle lo esperaba un corro de chupamedias, cagatintas y plumíferos, quienes aplaudían de modo muy extraño mientras extendían la palma de la mano derecha hacia arriba.
Al llegar al lugar del ensayo general, el conductor sobaba la batuta con fruición, se preparaba para dirigir un concierto, no, el mejor concierto de su vida, el que le garantizaría vivir tranquilo, sin que nadie pudiera molestarlo porque se colocaría sobre el bien y el mal, luego de que la orquesta de áulicos cómplices ejecutara la melodía que los liberaba, de antemano, de cualquier susto futuro.
Luego de ese concierto, el conductor esperaba que se disiparan todos los nublados posibles, que se enderezaran los caminos, que las aguas sólo corrieran dentro de los canales prefabricados y que nunca más pudieran salir del cauce.
El concierto era muy esperado. Todo el mundo, se puede decir, estaba a la expectativa sobre lo que pudiera ocurrir ese día, aunque no todo el mundo estuviera invitado al concierto o si, Invitado, dispuesto a formar parte de un coro donde cantaban voces disonantes.
Entonces se pusieron a unísono bocinas y pregones, cartelones en las esquinas, aviones que hacían pindilú, cabriolas, mientras ondeaban un rabo que decía que ese conductor era el mejor, que su música era de aceptación total, pero otros decían y entendían que "nadie es monedita de oro para gustarle a todo el mundo" y se confundía totalizante con totalitario. 
Aquel día la sala fue decorada de manera especial, exquisita, el conductor dirigiría lo que él llamaba el concierto más importante de su vida, el que sembraría su recuerdo en el imaginario popular.
Todo estaba dispuesto para cuando llegó el conductor. Las puertas de la sala estaban cerradas. Sólo permanecieron las luces del proscenio. La larga alfombra roja había sido higienizada en horas de la tarde. Un tenue olor a florecillas silvestres inundaba el recinto.
De pronto, la sala se ilumina, entra el conductor, lleva en su mano derecha una batuta de oro con un gran diamante incrustado en la punta, cuyo brillo iluminaba una parte del lugar cuando la luz tocaba tan exquisita joya.
Los lugares principales estaban ocupados por los jueces de los Tribunales Superiores, los Senadores y Diputados, la Alta Clerecía, el Alto Comercio, los Gremios de Profesionales.
Aquel personaje de la picaresca criolla llegó tarde, le abrieron las puertas, el conductor levantó la batuta, se escuchó un fuerte coro de jueces y legisladores, de curas de comerciantes y profesionales que gritaban: ¡impunidad, impunidad! mientras el Senador y el conductor sonreían.
Tenían amarrada hasta la justicia.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

¿Con qué derecho?


¿Con qué derecho?

"El hombre inteligente", decía mi padre Julio Gautreaux, "pregunta lo que ignora". El filósofo empleaba el interrogatorio, el diálogo, la conversación con un interlocutor,  como método en la busca de la verdad.
En nuestro país hay demasiadas preguntas sin respuesta o con respuestas conocidas pero con temor, falta de valor, cobardía para decirlas, airearlas, contestarlas.
A finales de la década de 1980 comencé a señalar, a decir, a llamar la atención, a denunciar, que el problema fundamental de nuestro país era la pérdida de la brújula moral.
Porque en materia de moral es como en materia de vacunos, un ejemplar es o to' toro, o to' vaca. No hay medias tintas, o se rinde culto a la moral o se es inmoral, absolutamente. Nadie es medio ladrón.
En veces intento explicar, sin ningún éxito, que dada la multiplicación de la población si antes había un caso de un hombre que cometía uxoricidio, asesinar a su mujer, ahora hay decenas de casos, como si se tratara de una hemorragia. Si, antes los tígueres vivían en los barrios marginados, ahora son senadores, diputados, ministros, embajadores, generales.
Hasta presidentes soslayan la moral y llegan a pensar que todos sus actos quedan bendecidos por haber sido elegidos para la posición, como si no importara el uso indebido de recursos del gobierno, la compra de votos, el uso de la fuerza militar y policial y muchos etcéteras.
Por la pérdida de la acción ajustada a los principios morales vemos cómo se emplea la palabra para mentir de la manera más descarada y vemos cómo la sociedad, como una puta ilusionada por una recompensa que nunca le darán, acepta como bueno lo que sabe que es malo.
En ocasiones lo que ocurre es que los pueblos no tienen forma de dar a conocer su opinión porque hay medios que seleccionan cuidadosamente lo que debe publicarse para que se mantenga la situación.
La frase de José Enrique Rodó  "la herejía de hoy es el credo de mañana" se aplica, como un traje a la medida, a la conducta de quienes ayer denunciaban la falta de  honradez en el manejo de los fondos públicos, aquellos que amenazaban con el empleo de una guillotina moral para adecentar, limpiar, el ejercicio político en el país y ahora se solazan mientras nadan en fortunas mal habidas al amparo del poder.
El credo de aquel Leonel Fernández y muchos de sus compañeros no tiene nada que ver con su paso por el gobierno.
Pasar de la pobreza a la riqueza, sin ganar un premio de lotería, y además atreverse a presentar declaraciones de bienes permite preguntar ¿quién y con qué derecho mandó la moral de vacaciones?

viernes, 21 de septiembre de 2012

Compraron la impunidad


Compraron la impunidad
Cuando Hipólito Mejía y su equipo económico denunciaban el irresponsable y doloso dispendio de fondos públicos que realizaba Leonel Fernández, mucha gente pensaba que se trataba de un argumento de campaña para desacreditar el gobierno.
Se denunció una y otra vez que Leonel repetía la política del 2000 cuando dejó las arcas públicas vacías y el Presidente Hipólito Mejía hubo de solicitar un crédito al Banco de Reservas para pagar los empleados públicos.
En agosto del 2000 se le debía a contratistas, y a contratados de última hora, más de 25 mil millones de pesos, que debía pagar el gobierno del PRD y, además, invertir miles de millones de pesos en terminar obras improductivas e innecesarias, iniciadas para cobrar el 10 por ciento del dinero que se entrega como avance para comenzar las obras. Sincerar el precio del petróleo y sus derivados fue otra canana que dejó Leonel.
Si se toman en cuenta que el gobierno creó un desequilibrio presupuestas en las finanzas al gastar 125 o 140 mil millones por encima de los ingresos del 2012. En cualquier país que se respete tanto el mandatario como sus colaboradores tendrían que responder ante los tribunales por violaciones a la Constitución de la República.
En la parte final del artículo 233, la Constitución habla de la elaboración del presupuesto y dice que el mismo debe ser “realizado en un marco de sostenibilidad fiscal, asegurando que el endeudamiento público sea compatible con la capacidad de pago del Estado”
El gobierno sólo puede cuadrar sus cuentas con un préstamo del Fondo Monetario, por eso no presentará el proyecto de presupuesto y violará la Constitución que ordena que tal propuesta se presente a mas tardar el primero de octubre y el FMI dice que hablarán en enero.
Para permanecer en el poder hicieron lo que sabemos y muchas cosas más, necesitaban comprar la continuación de la impunidad y crearon un sobregiro histórico de las cuentas del gobierno. Lo peor es que nos robaron las elecciones y ahora nos quieren hacer pagar los platos rotos.
Esa impunidad se compró con el Estatuto del Ministerio Púbico, que continuará la permisividad y el asalto político de los tribunales superiores que miran hacia el otro lado, para no enterarse de la corrupción y el pillaje.
Ya lo decía el Libertador Simón Bolívar: “los códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean, son obras muertas que poco influyen en las sociedades, ¡Sólo hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres probos, constituyen las Repúblicas!”.
Y debéis convenir conmigo en que los administradores de las leyes, los que deben imponer la justicia, son ciudadanos bien agradecidos que entregaron sus cabezas a quien los designó.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Política y herencia


Política y herencia
El desconocimiento del origen de una herencia conduce a la destrucción de la misma, cuando quienes la usufructúan pierden la brújula que llevó a los forjadores de la fortuna a trabajar con dedicación, sacrificios, inteligencia, sin desmayos, guiados por aspiraciones superiores que desbordan el límite de lo personal para buscar el beneficio de la mayoría.
La historia está llena de ejemplos claros, contundentes, determinantes: quienes heredan, difícilmente administrarán en forma debida, si no han sido entrenados para manejar la fortuna que se pone en sus manos o que les toca.
Aquellos que en el camino de la historia construyen, edifican, conforman un conjunto de bienes materiales o espirituales, que aspiran a que sean empleados con propiedad, deben preparar a quienes algún día administrarán ese patrimonio para que lo hagan bien..
Lo más importante, es el entrenamiento, la enseñanza, el ejemplo, la directriz que se enseña sin palabras, solo con la acción del maestro, del entrenador, de quien escoge el albacea de la herencia.
La construcción de una fortuna es un resultado, no una causa. La causa puede ser el norte que se persigue, el blanco hacia el cual se lanza una flecha que lleva en su trayecto una voluntad, o un conjunto de voluntades, que persiguen el triunfo de un conjunto de ideas o la acumulación de fortuna.
La construcción de la fortuna está formada por el transitar un camino lleno de dificultades, de tropiezos, levantar los pies luego de cada caída y vuelta a empezar, con la mira fija en la meta que se persigue.
La política es una carrera de obstáculos que se inicia con el propósito de llegar triunfante a la meta ansiada; es un plan que se formula con mucho cuidado y se ejecuta con dedicación espartana.
La herencia política es un fardo muchísimo más pesado, que la fortuna en bienes materiales que puede haber atesorado una persona, una familia.
La administración de la herencia política es mucho más complicada, ya que se trata de trabajar con gente y para la gente, en la conquista del bien común. Por supuesto, hablo del ejercicio político decente, democrático, patriótico y sin otra ambición que la de crear, conformar, mantener, preservar y enriquecer la nación, por encima de los intereses particulares.
A quienes recibieron la herencia de luchas en favor del país, ocurridas desde 1961 en adelante, les correspondía hacerla brillar. Indigna y avergüenza, ver la forma en que algunos, antes jóvenes idealistas del Partido de la Liberación Dominicana, como Leonel Fernández, han aprovechado la oportunidad que les da la historia para el envilecimiento y el desprecio a los principios morales que una vez dijeron defender.  
A Dios, que no los perdone.